Cuando llueve
se mojan los colores
de las cosas.
Todo se vuelve
brillante
y nuevo.
Si piso la baldosa
que está rota,
el agua me salpica
como fuente
los pies.
Cuando llueve,
el paraguas
se vuelve
reluciente
tienda de campaña.
Las gotas
se deslizan
silenciosas
mojando
las paredes.
Cuando llueve,
piso los charcos
y salpico
a mi paso.
Los charcos
son espejos
de las luces
brillantes,
cuando llueve.
Marisol Sánchez M.
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